Deia. 9 Mayo, 2010.
Esta mañana, 73 años después de ser fusilado por el bando nacional, Higinio Arriazu podrá descansar en paz junto a su mujer y uno de sus hijos en el cementerio de la localidad Navarra de Ablitas. Hace dos meses, su cuerpo fue recuperado junto al de Bonifacio Gracia en un pasillo del campo santo de Tutera. Su hija Flora, que tenía cuatro años recién cumplidos cuando asesinaron a su padre, siguió in situ la exhumación practicada por el equipo de desaparecidos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que con las correspondientes pruebas de ADN, confirmó días después la identidad de ambos varones. Un final feliz para la familia Arriazu, que espera zanjar así la deuda pendiente que le ha perseguido durante décadas. "Mi padre no hizo nada, era un trabajador cuyo único pecado fue el de estar afiliado a un sindicato", relata Flora a DEIA.
En el lado opuesto, las decenas de cuerpos que aún esperan ser exhumados en la CAV y Nafarroa, donde las fosas comunes del franquismo superan la centena. Aunque es complicado hacer una estimación exacta de los sepulcros existentes en ambos territorios, el trabajo que Aranzadi viene desarrollando desde hace ocho años está ayudando a completar el mapa de fosas. En la CAV, según el informe que la sociedad de ciencias ha confeccionado para el Gobierno vasco y que antes de final de año se publicará en Internet, existen 53 municipios -27 en Gipuzkoa, 14 en Bizkaia y 12 en Araba- en los que se han localizado fosas comunes que podrían albergar a cerca de 80 individuos. Algunas ya han sido exhumadas y otras, en cambio, tienen muy complicado ver la luz, ya que, en algunos casos, las transformaciones que han sufrido las zonas bajo las que yacen los cuerpos han borrado toda huella del paisaje del 36.
Los montes de Bizkaia, por ejemplo, están "repletos", según apuntan desde Aranzadi, de combatientes de batallones como el Sollube, Bizkargi o Sabigain. Cuerpos que nunca serán localizados, hecho que ya han admitido los familiares. Precisamente, los testimonios que éstos han transmitido de generación en generación sobre lo que les ocurrió a sus padres, hermanos o tíos sirven especialmente a los investigadores para dar con los sepulcros. Pero confirmar la identidad de los cuerpos es otra cosa. Muchos fueron cuneteados con lo puesto, sin identificación alguna. Aunque siempre hay espacio para la suerte, como en Amorebieta y Elgeta, donde los cuerpos localizados llevaban encima unas chapas numeradas que sirvieron a los investigadores para arrojar luz y poner nombre y apellido a los restos encontrados.
"No hay descanso hasta que los familiares pueden recuperar algo. Hay que mantener el espíritu de la búsqueda", subraya la directora de Derechos Humanos del Gobierno vasco, Inés Ibáñez de Maeztu, que ha cogido el testigo al trabajo sobre la recuperación de la memoria que comenzó el Gabinete Ibarretxe. Una labor que desde la asociación Ahaztuak esperan que vaya a más. "Las familias tenemos la necesidad de poder hacer el duelo completo que lleva suspendido un largo tiempo por la forma en la que fueron asesinados y por la impunidad y el ocultamiento", denuncia Martxelo Álvarez, portavoz de la asociación.
"Purga" en Nafarroa
La Comunidad Foral tiene el dudoso honor de liderar el ranking de fosas comunes. Aunque el Gobierno de Sanz no ha elaborado un mapa, las asociaciones de víctimas del franquismo que operan en este Territorio tienen sobre la mesa más de doce peticiones para la exhumación y localización de fusilados, y sospechan que hay otros cuarenta sepulcros sin ubicación exacta. En total, alrededor de 3.500 asesinados.
"Son fosas de retaguardia que no tienen nada que ver con una contienda, con dos partes enfrentadas. Se trata de una limpieza que se hace en todo el Territorio y que ocupa a personas relacionadas con la izquierda y con los sindicatos. Pero también sirven, como todas las guerras, para limar asperezas entre vecinos. La guerra es la excusa ideal para quitar de encima contrincantes", subraya Jimi Jiménez, arqueólogo de Aranzadi, que en Nafarroa ha actuado en ocho municipios exhumando quince cuerpos.
Otros no han corrido tanta suerte. Es el caso de Ander Cabrero, nieto del alcalde socialista de la localidad Navarra de Pitillas, que el 20 de julio de 1936 fue apresado por los seguidores de Franco. A sus 32 años, Antonio consiguió huir ayudado por un vecino, pero la familia le perdió la pista. Meses después se supo que fue asesinado cerca de la localidad soriana de San Pedro Manrique. Ander ha estado hasta en veinte ocasiones en el cruce de barrancos a 1.300 metros de altura en el que sospecha que fue enterrado uno de los pocos alcaldes navarros asesinados durante el alzamiento que sigue sin ser localizado todavía.
"Lo hemos intentado todo, pero no tenemos capacidad. Te pones a mirar y no sabes por dónde empezar. Es una sensación de desamparo", denuncia el nieto de Antonio, que, como miles de víctimas del franquismo de todo el Estado, asiste atónito a la polémica surgida en torno a la figura del juez Garzón por investigar el franquismo.