sábado, 24 de abril de 2010

Sobre el terreno de Fuentebella

Junto a varios amigos/as, vamos formando grupos y preparamos varias fechas para bajar a cavar. A veces hasta nos da un poco de corte embarcar a los amigos/as en esto, ya que cada salida hasta la sierra, requiere ponerle ganas. Dos horas de viaje, hacer monte y pasar el día cavando más otras dos horas de vuelta, no es que se diga un buen programa para pasar el día, pero la causa está claro que para todos lo merece. Sin la ayuda de todas estas personas nos hubiera sido imposible llevar hasta este punto la búsqueda. Es muy agradecido poder contar con personas como estas.

18/11/07. Explorando sobre el terreno.
Viajamos con un vecino de Igea. Desde que se entero de nuestra búsqueda y de los asesinatos de Antonio y Valentín se ha interesado por el tema y ha realizado algunos contactos con gente mayor de la zona intentando obtener alguna información más.

Él, se ofreció para ir un día al lugar y pasar un péndulo, nos dijo que con esta práctica, algunas veces ha tenido buenos resultados. Nosotros ya habíamos valorado antes esta posibilidad. Nos pareció bien y organizamos para bajar el domingo día 18 de noviembre. No conocíamos a Luís, aunque habíamos hablado por teléfono en varias ocasiones con él. Quedamos en la gasolinera de Cintruenigo de ocho a ocho y cuarto. Tras encontrarnos con él y tomar un café, salimos rumbo a La Alcarama. Conducía David, yo de copiloto y en los asientos de atrás Maite y él. Sobre las diez y media estábamos en el alto de la ladera, almorzamos y bajamos.

Le enseñamos desde lo alto la zona de la huerta y le contamos que tras traerlos a este lugar les metieron en la caseta y luego les asesinaron. No entramos en más detalles. Con el péndulo unido a una foto del abuelo y en medio del silencio que ofrece el lugar, Luís comenzó su trabajo. Desde los restos del chozo el péndulo comenzó a moverse, le indicó hacia abajo, llegamos a un punto cercano a donde murió el abuelo y comenzó a girar en círculo. Si bajaba más abajo, le indicaba hacia arriba. Hizo varias pruebas por toda la zona y en todas ellas le indicaban hacia el lugar donde el péndulo había girado.

El sitio donde le marcaba, coincidía en altura con la zona que nos decía antes, solo que donde a él le marcaba era dentro de la huerta. Nos confirmó que según su método ese era el único sitio donde le indicaba el péndulo. Le fui contando algunos detalles más, insistiendo en que un testimonio nos marcaba la fosa a esa altura pero fuera de la huerta, pero otros decían que era más abajo. Tras dar otra pasada por estos sitios, el péndulo le indicaba siempre hacia el mismo lugar.

Cavamos como un metro en la zona donde nos señaló. El terreno es muy rocoso y las pocas herramientas que teníamos no eran del todo adecuadas. No pudimos cavar todo lo que nos hubiera gustado. Para otra vez tendríamos que llevar picos y piquetas y a poder ser una desbrozadora. Para cavar y limpiar en las zonas que queremos, también sería necesario que bajara más gente.

La sensación al estar en el lugar es contradictoria; por un lado conocemos mejor el terreno, los accesos, la ubicación de la huerta y los diferentes cantarrales. A veces nos parece que van a estar ahí, en cualquiera de los sitios donde cavamos y queremos pensar que un día u otro, a pesar de las dificultades, les vamos a encontrar. Paralelamente mientras cavamos y movemos piedras de uno y otro sitio sin demasiada certeza, se observa la zona y parece una tarea imposible.

Nos queda el empeño de seguir cavando otro día por donde nos dicen, continuar buscando testimonios; pero sobre todo nos queda la satisfacción de haber recuperado esta historia, poder trasmitirla y dejar constancia de ello tanto en las familias como en los pueblos.

Subimos la ladera y sobre las 16 H. comimos en el lavadero de Sarnago. No había nadie en el pueblo. Nos dice, tiene buena relación con el cura de Igea a quien le ha contado lo sucedido. Nos dijo que le propondrá hablar del tema en la hoja parroquial, también nos dijo que le diéramos un texto para colgar en la Web de Igea. En Cintruenigo nos despedimos de él, quedando pendiente mantener el contacto y volver otra vez.

24/11/07. Comenzamos a cavar
Salimos a las 5.30 de la mañana. Iñaki puntual como siempre pasó a buscarme. Mochila, companaje, pico y pala, tijeras, piquetas, azada y una barra de uña fueron nuestro equipaje.

Fuimos de un tirón hasta Matalebreras, compramos pan y tomamos un rápido café. En el coche le conté a Iñaki como se comporta el péndulo sobre el cantarral en una foto de Moscares. Continuamos hasta Sarnago, creo que a esa hora todavía no habían llegado a la zona ni los guardas. Desde lo alto de La Alcarama se divisaba un bello amanecer y sobre las ocho y cuarto bajamos del coche, almuerzo de rigor y ladera abajo con las herramientas.

Bajamos por un lado nuevo. Del coche hacia el comienzo del cauce del Barranco Pertigoso descendimos por el cauce en el que apenas bajaba agua, en algunas partes se andaba bien pero en otras esta lleno de zarzas. Sorteamos como pudimos la bajada, comprobando que definitivamente el mejor camino es la ladera por la parte de los pinos.

Llegamos sobre el cantarral. Determinamos que efectivamente está junto a la linde de la huerta. Observamos el montón de piedras, saqué unas fotos. En dirección a la linde de la huerta están las piedras que cubren esta zona, parece que son las únicas que se salen del curso natural del cantarral. El sitio coincide con el mapa y la situación que nos indica el croquis. Nos decía que estaba más cerca de la huerta que del barranco, y ésta era la posición que nos indicaba el péndulo.

Comenzamos a retirar la primera capa de piedras determinando la longitud y anchura de la zanja a excavar. Fuimos haciendo espacio para comenzar la excavación. Cavamos unos 25 centímetros en los cuales la capa era de tierra, bajo esta capa comenzaron a salir bastantes piedras menudas y tierra. Tuve la sensación, o deseé tenerla, de que ese suelo que estábamos cavando era de relleno. Tratamos de profundizar sin ampliar mucho la anchura, pero para poder trabajar bien necesitábamos más espacio. Conforme bajábamos las piedras que encontrábamos eran cada vez mayores.

La destreza de Iñaki en abrir zanjas nos hizo avanzar con soltura. Creo que el montón de piedras que estábamos sacando, en su día fue depositado encima de la superficie del suelo natural y coincide entre la huerta y el Barranco, por lo tanto apostamos por profundizar en este lugar.

Entre las piedras que sacamos, apareció una con varias muescas, me parecieron de pico y de la parte trasera de una azada. Me pareció curiosa y la metí en la mochila. Si realmente eran muescas de pico, estando a más de un metro de profundidad; alguien en algún momento la habría picado y la habría enterrado de nuevo. Por lo que hemos podido detectar, esta piedra parece confirmar que el montón de piedras que estamos extrayendo no es del suelo natural sino relleno.

No sabemos de geología, pero a simple vista parece que si el suelo natural era entonces el del camino y entrada a la huerta, que todavía pude verse; quizás estemos en lo cierto y estas piedras que ahora aparecen enterradas fueron las que vieron en su día las personas que nos han dado sus testimonios.

Continuamos excavando pero nos cerrábamos y teníamos que anchar antes de profundizar. Como a un metro nos salió una gran piedra de forma plana, nos costó bastante tiempo repicar a su alrededor para, ayudados por la barra, poder moverla. Conseguimos desprenderla de la tierra, pero no podíamos con ella para sacarla de la zanja. Esta piedra estaba completamente plana y justo en la dirección en la que estamos excavando.

A partir de esta piedra la tierra nos parece más arcillosa y sin tantas piedras menudas. La piedra nos entorpecía el suelo a cavar y las fuerzas ya no eran las mismas que a las ocho de la mañana. Apuramos el Sol que sobre el arroyo de Fuentenosa se escondía marcándonos la hora de partir. Guardamos las herramientas bajo un arbusto y valoramos el trabajo realizado, quedando claro que teníamos que volver y continuar.

Antes de subir, sin dejar de mirar la zanja me despedí del abuelo y de Valentín, allá donde estén, pensando en volver lo antes posible.

El ascenso hasta el coche tras la excavada fue duro como cada tarde.

Tengo la sensación de que estamos a poco más de un metro de los restos y estoy impaciente por que llegue el sábado para ir a cavar con la esperanza de poder palparlos. Nos ponemos las pilas para organizar el viaje y la forma de proceder. Le llamo a varias personas para ver si tiene disponible coche y si puede venir.

1/12/07. Trabajo en equipo
Partimos a las seis menos cuarto de la mañana. En el camino le fui contando a Juantxo la historia del abuelo, ya antes habíamos hablado sobre esto y otras cosas pero no sabía nada sobre los últimos pasos en la búsqueda. Llegando a Ágreda nos confundimos de cruce y dimos alguna vuelta extra hasta encaminarnos hacia Matalebreras. Hicimos el viaje de un tirón y sobre las nueve nos comimos un bocadillo estando dispuestos para bajar. El día amaneció raso y frío, una gran escarcha blanca cubría el camino hacia la Alcarama, jabalíes y ciervos nos salieron al paso correteando por la pradera, de fondo un amanecer precioso roto por el sonido madrugador de los continuos cartuchos disparados por los cazadores que asustaban a los animales y a nosotros mismos. Nunca me gustó la caza y menos los cazadores, a los que no puedo entender como puede gustarles abatir a los pobres animales. Menos todavía me gusta verlos en este lugar, dónde otros cazadores asesinaron al abuelo y a Valentín.

Ya abajo, el primer trabajo que hicimos fue sacar la piedra que la vez anterior no pudimos sacar, continuamos abriendo zanja y volvimos a encontrarnos con otra gran piedra lisa al mismo nivel que la anterior pero un poco más adelante. Ésta estaba junto a una tercera que la presionaba. Tuvimos que remover bastante tierra para poder soltarlas y con la ayuda de una soga sacarlas. Pudimos sacar dos, pero la tercera era tan gruesa, que apenas pudimos levantarla y colocarla apoyada sobre uno de los laterales. No pudimos sacarla y esto nos desvió un poco la trayectoria. 

Continuamos cavando y agrandando el hueco, la tierra es arcillosa y parece que es mucha casualidad que estas piedras planas nos aparezcan al mismo nivel y justo en la misma dirección en la que estamos abriendo la zanja. Bajando un poco más, la tierra es arcillosa y sin piedras, tras 10 centímetros de arcilla parece salir de nuevo otra losa plana.

Comenzó un poco de txirimiri que fue arreciando poco a poco. El día no daba para más, nosotros tampoco y como cada tarde en Moscares, todavía nos quedaba por subir veinte minutos de ladera. Refrescó bastante mientras subíamos y optamos por bajarnos a comer al pórtico del lavadero de Sarnago, eran sobre las cinco y media de la tarde, en Sarnago solo encontramos a una persona. En el cruce se nos cruzaron en el camino los guardas montados en un viejo Land Rover verde. Al ver que paramos prudentemente, avanzaron su coche hasta poner su ventanilla frente a la nuestra del conductor.

- Buenas tardes.
- Buenas (contestamos).
- ¿Qué, de pasear? Preguntaron ellos.
- Si, de dar una vuelta por La Alcarama. Ha comenzado a llover un poco y nos vamos a casa.
- Sí, ya a estas horas lo mejor es eso, parece que está cambiando el tiempo.
- Vale. Adiós.
- Adiós, adiós.

Continuamos viaje dudando de si sabrían o no que hacíamos por allí, pero ellos tampoco mostraron mayor interés. Tengo ganas de que contesten algo sobre el permiso. Por el camino de vuelta nos encontramos tramos con niebla y sobre las ocho y veinte entrábamos en casa.Viendo las fotografías de la jornada, pensé en que hay trabajo aún para varios días y que tendremos que plantearnos ésto con un poco más de calma, procurando cada día llevar el trabajo bien organizado para que nos cunda, ya que queda claro que en algún momento tendremos que ir ganando anchura para poder profundizar.

Para cuando llegué a casa, Bili ya estaba pensando en que bajaríamos otra vez durante el Puente. Esa era mi intención aunque en esos momentos solo quería descansar y hablamos de bajar el día tres.

Gabino no podía venir, pero nos ofreció su coche sin ningún reparo para las veces que fuera necesario. Decidimos ir finalmente el día cuatro de diciembre. La víspera, a las siete de la tarde; nos cambiamos los coches. Se lamentó de no poder acompañarnos. Preparamos la mochila y el companaje. Me acosté pronto ese día con la mirada proyectada sobre las fotos del abuelo y de Valentín. Quedé dormido pensando, soñando con que el nuevo día, pudiera ser el Día.


4/12/07. Tres grandes piedras dificulta la tarea.
A pesar de que el parte del tiempo daba seco, al levantarnos estaba lloviendo un poco. Javier se puso al volante, entramos por la autopista todavía de noche, oscuro ciego, lloviznaba. Entre una cosa y otra, casi nos vamos hasta Zaragoza. Llegamos hasta Borja donde dimos la vuelta en dirección Tarazona para llegar hasta Ágreda. Ya encaminados y tras comprar un pan cabezón en Matalebreras, enfilamos para Sarnago. Hacía frío en La Alcarama y de nuevo, como cada vez, los ciervos y jabalíes salieron a nuestro encuentro alarmados por el motor del coche.

Bajamos rápido, queríamos aprovechar el día, siempre con la sensación de que igual encontrábamos ya algo, aunque fuera un botón para muestra.

Sacamos las herramientas que habíamos dejado escondidas de la vez anterior, y sin retirar la gran piedra que habíamos colocado la otra vez, comenzamos a profundizar y a agrandar la zanja. Bajamos cerca de medio metro pero la piedra nos dificultaba la trayectoria y suponía un peligro si se deslizaba y nos pillaba dentro.

Paramos y pensamos cómo sacarla. Que no podíamos con ella era evidente, y tras hablarlo, comenzamos a llenar el hueco con piedras más manejables con el fin de que no se nos fuera hasta el fondo. Tras llenar el hueco, tumbamos entre los tres la piedra y conseguimos apartarla rodándola hasta un sitio más seguro y donde ya no estorbara tanto. Volvimos a sacar todas las piedras y esto nos permitió continuar con nuestra trayectoria inicial. Asimismo ensanchamos haciendo más hueco. La niebla se nos echó encima y comenzó a llover un poco. 

Tapamos las mochilas con el plástico y continuamos un rato más de malas posturas, el cansancio nos indicó que era la hora de regresar. Subiendo, me quedé atrás, tenía dolor en la rodilla pero poco a poco llegué hasta el coche.

Comimos algo, llamé para decirle que no habíamos encontrado nada; todos estaban pendientes. Al bajar hacia el cruce de Sarnago ya estaba oscureciendo y a lo lejos por detrás de nosotros vimos las luces de otro coche que también bajaba. Tomamos dirección a San Pedro para regresar esta vez por Arnedo.

La tarea está encaminada; hay que coger fuerzas y continuar otro día, habíamos pensado en volver el día seis pero no puedo forzar la rodilla. Pensamos en volver a bajar, si el tiempo lo permite el día 15, ya que es sábado y este día era el cumpleaños del abuelo Antonio, que nació en Ponzano  un 15 de diciembre de 1903.


15/12/07. Era el día del cumpleaños del abuelo Antonio y repetimos la operación.
Fuimos tres, el día amaneció helado. Bili y Vitorio pasaron a recogerme por casa a las seis y media. Fuimos despacio en el coche que nos presta Gabino, esta vez fuimos por la carretera de Arnedo, la cual nos resulta más conocida. Compramos pan en la panadería de San Pedro. La helada fuente de la calle del mercado nos sirvió de termómetro y nos puso en duda de si íbamos a poder llegar hasta el destino. 

Subiendo por Sarnago el camino comenzó a verse blanco, las primeras nieves habían calado en los cogotes de La Alcarama. En el frío blanco del suelo solo estaban marcadas las huellas redondeadas de ciervos y jabalíes. A las nueve tras previo almuerzo estábamos listos para bajar. El pico rebotaba en la tierra helada como si diéramos contra una rueda de coche. Resultó costoso picar esta primera capa de tierra por la helada, pero después avanzamos considerablemente.

En la dirección que estamos cavando nos salió de nuevo otra gran piedra colocada de un lado a otro de la zanja. ¡Parecía puesta a nivel! Nos costó mucho tiempo repicarla para poder moverla, pesaba un montón, no lo sé, pero igual doscientos kilos. Entre los tres apenas pudimos con ella pero tras varios empentones conseguimos voltearla, atarla y arrastrarla fuera donde no nos molestara.

Cavamos y alargamos la zanja en la que queremos profundizar haciéndonos sitio poco a poco a base de ir picando y sacando las piedras del relleno. Bajamos del nivel del suelo natural, ya no salen piedras sino tierra muy suelta que sale fácil con tan solo rasparla con la paleta. La zanja esta tomando forma, la tierra del suelo natural nos evidencia que lo de encima es relleno y en esta profundidad hemos encontrado un trozo de madera redondeada y acartonada por el tiempo. Este pedazo de madera junto a la piedra anterior con muescas de pico y el notable cambio de suelo parecen querer confirmar nuestra hipótesis. La tarea está avanzada a pesar de que es posible que ya no podamos regresar hasta primavera.

Si están en el lugar donde estamos cavando, calculamos que los restos debieran ver la luz en algo menos de un metro. Teníamos intención de aprovechar los días festivos de fin de año para intentarlo de nuevo ya que nos hubiera gustado terminar el año con alguna prueba más real de si estamos en lo cierto.

La sierra es un mal sitio para el invierno, ya lo decía Miguel, (el Minero de la novela de Valdeayuso). La climatología, la dureza de la tierra y los buenos consejos nos indican que es mejor esperar a la primavera. Es, sin quererlo, tenso pasar el invierno pensando que quizás los tengamos a medio metro, o que quizás no estén.

Esperaremos pasando el invierno con la incertidumbre”, pero también, con la esperanza y la garantía de que este 15 de diciembre de 2007, día de su cumpleaños, es la vez que más cerca he estado del abuelo Antonio.

Antes de marchar de Moscares le felicité en nombre de todos.


Mientras invernamos, exploraremos otras vías, retomaremos entrevistas y nuevos contactos, ordenaremos los datos y fotos dejando constancia de la historia de Antonio y Valentín a los cuatro vientos.