martes, 13 de abril de 2010

Retomando la búsqueda


1975. Tras la muerte del dictador, comienzan algunas investigaciones sobre los republicanos fusilados y desaparecidos. Los familiares de fusilados de Tafalla y Peralta en 1978, tras varias gestiones, levantaron la fosa de Monreal, donde habían fusilado a los vecinos de Tafalla y Peralta sacados de la cárcel de Tafalla. Por todo el Estado comienzan a dar a conocer nuevas fosas, casi tantas como pueblos.










En el cementerio de Pitillas, algo más tarde se realizó un panteón con los nombres de 16 fusilados del pueblo, incluido Antonio Cabrero. Aunque su cuerpo no estaba, fue voluntad de su viuda que su nombre constara en el panteón, junto a los demás compañeros y vecinos asesinados, guardando siempre la esperanza de algún día poder encontrarlo y traerlo con los suyos.  


Fuimos participando pueblo a pueblo en los diferentes actos de homenaje realizados en diferentes pueblos de Navarra y la Rioja celebrados en estos años.

1978. La familia de retoma la búsqueda de Antonio Cabrero Santamaría. Juliana (su viuda) volvió a escribir  a San Pedro Manrique; al cura Luciano Morga. Era julio de 1978, y éste contestó diciendo que ya no estaba en esa zona y que no recordaba apenas nada de ese tiempo…

Su hijo, Valentín, localizó al cura en 1978 en un convento de Briones (La Rioja), intentó de nuevo que aportara algún dato, le envió una fotocopia de la carta que le envió a Juliana en 1940 confirmando la muerte pero, el cura, respondió con evasivas diciendo que si se enteraba de algo nos lo comunicaría, desviando el tema hacia otras zonas. Esto era en 1978, y el párroco de Manrique, nunca nos aportó noticia alguna sobre lo acontecido.




En la familia no encontramos ninguna explicación de por qué el abuelo se encontraba en San Pedro Manrique.    

En 1978, Valentín junto a un conocido viajan a San Pedro Manrique. Su familia procede de esta zona y se presta a acompañar a mi padre en la búsqueda de algún testimonio. Tras varias conversar con diferentes gentes de San Pedro Manrique (falangistas algunos de ellos), pensaron que sacarían la información que buscaban sin problema, pero no fue así, “estos no dijeron ni Pamplona”.

En otra ocasión, alguien de Pitillas dijo que conocía a uno que le había comentado que vio cómo mataron al “alcalde de Pitillas”; Valentín trató de ponerse en contacto él, pero estaba recluido en un psiquiátrico y “dicen que no recuerda nada”.  Otros, prefieren no hablar, parece que todavía les diera miedo. Regresa un tanto decepcionado. San Pedro Manrique está rodeado de altos montes, y que los pueblos pequeños de alrededor están vacíos, pero que se extraña de que nadie sepa nada.

Al tiempo de este viaje, nos proporcionan unas fotocopias de un libro, editado en Soria sobre la represión. Es publicado en 1982, titulado La Represión en Soria durante la Guerra Civil, y recoge varios testimonios sobre lo sucedido en varios pueblos de Soria y  de la zona de San Pedro, no haciendo ninguna alusión a Fuentebella, ni al asesinato en esta zona del Alcalde de Pitillas.



Sobre la represión en Soria durante la guerra civil, uno de los dos tomos editados en 1982, por Gregorio Herrero Balsa y Antonio Hernández García, nos muestra  datos para poder acercarnos a conocer parte de lo sucedido estos días de 1936 en la zona Sanpedrera y  poblaciones de sus alrededores. Listas de vecinos de esta zona que fueron fusilados.

En Fuentebella fusilaron a alguien de Fitero, en Magaña o fuentes de Magaña parece ser que en el libro de Soria, dice que además de los fusilados del  pueblo, un día mataron a uno de fuera que nadie conocía, dejándolo medio enterrado en una cuneta. (Después mandarían a alguien a enterrarlo mejor). En general en todos los pueblos de esta zona se cometieron terribles asesinatos.
           
Los libros de Herrero y Hernández, sobre la represión en Soria durante la Guerra Civil, nos aportaron datos para hacernos una idea de la suerte que pudo correr el abuelo  Antonio en esta zona, pero ningún nuevo dato a nuestra búsqueda.

Algunos de los testimonios que recoge mi padre en los 80, cuentan “que la muerte del Alcalde de Pitillas, llevó ruido en la zona”; apuntan a que “estaba escondido en un corral en el campo junto con otro y que una mujer les llevaba comida. Que, un día sorprendieron a la mujer y los mataron a los tres”. Otro apunta “que la mujer los denunció para poder salvarse”. El testimonio apunta a Fuentebella, pueblo deshabitado, y ningún testimonio ofrece hasta ahora ni el menor dato de lugares concretos de este pueblo, ni qué fue de sus habitantes. Otra mujer de la zona de San Pedro, que vivía en Tafalla, comenta: “Que ella, cuando la guerra, ya no vivía en San Pedro pero  había oído que al alcalde de Pitillas lo habían fusilado en un paraje de Fuentebella, a unas horas andando desde San Pedro Manrique”.

Otro testimonio dice creer de oídas “que al Alcalde de Pitillas lo asesinaron en Fuentebella, junto al maestro de Vea (población cercana a San Pedro Manrique)”, pero tampoco aporta lugar alguno. Otro dice, “que en Vea no había escuela”, pero tampoco niegan que algún nacido en Vea, fuera en este tiempo maestro en San Pedro Manrique”. Por otro lado, encuentro una fotografía de la escuela de Vea, y por lo tanto es posible que hubiera un maestro.

Una señora de Vea, dice que “ya habló antes con la Juliana, y  que ella estudió en la escuela de Vea. No conocía el tema.

Encuentro que, en la localidad de Magaña, cercana a la zona de Fuentebella, una persona desconocida, que venía fugitiva, fue detenida a las afueras de Magaña, hacia Trévago. Lo fusilaron en el acto y lo dejaron tirado en una acequia.

Con estos datos, intento hilar el camino que pudo recorrer el abuelo hasta llegar a esta zona. Los datos son un tanto dispersos, son cosas de oídas, y algunas ni siquiera sabemos quién nos las dijo. Ningún testimonio, salvo la carta de Luciano, y lo que entregaron en Manrique confirman los hechos.

Comienzo a preguntar a mi padre, todo lo que se me ocurre sobre lo acontecido, muchos días hablamos de la guerra, del abuelo y de todo lo que les tocó pasar. Conforme me voy enterando de los hechos sucedidos en 1936 en la zona, leo lo que encuentro sobre el tema intentando imaginar y situar como pudo producirse semejante barbaridad. De aquí en adelante todo lo que voy encontrando, muestra gota a gota la impune brutalidad ejercida por el régimen de Franco hasta el fin de sus días.

Recojo y ordeno los datos y, con el tiempo, los voy comentando con algunos familiares y con algunos más de Pitillas. Hay muy pocos datos, y de algunos me queda la sensación de que no se quiere hablar. Todavía no sabemos, a ciencia cierta, ni como llegó la noticia a Pitillas.

En la primavera de 2003,  viajamos a San Pedro Manrique.
Paseamos por sus calles, intenté hablar con un par de personas mayores que encontré en unas calles tranquilas. Uno no hizo ni pararse cuando escuchó de qué le hablaba, otro que me miraba extrañado por lo que le decía, comenzó a caminar diciendo, “eso sería en Fuentebella, en Fuentebella” y desapareció calle abajo metiéndose en un pequeño portal.
 
Fuimos a una biblioteca-oficina de turismo, donde adquirimos unas guías sobre la zona y unos mapas de los que conducen a Fuentebella, le hice algún comentario del tema a la bibliotecaria que me atendió  y lo único que dijo es que “era muy complicado acceder a estas zonas”. Regresamos a la Casa Parroquial, el cura no había llegado. Paseamos un poco más por las afueras, mirando al campo, como tratando de orientarnos en no sé qué. Fuimos a la población cercana de Húerteles, estuvimos hablando sobre el tema con un amigo. Nos comentó que preguntó a su padre sobre lo que le había comentado sobre el alcalde de Pitillas, su padre no sabía nada sobre esto, que tendría que preguntar más y sí sabía algo sobre los seis que mataron en San Pedro. Dice que a la gente no le gusta mucho hablar sobre esto, pero que si consiguiera algún dato nos lo haría llegar.
 
Tras este viaje y esta lectura entendí que sin un testimonio claro y conciso lo teníamos muy difícil. Mirando esos paisajes de poblaciones sin habitantes, casi desaparecidas, comidas por las zarzas y la naturaleza de las montañas, pienso que nos será imposible encontrar al abuelo pero me resisto a la idea de no encontrar algún otro tipo de información, que consten datos en algún lado (aunque como ya nos lo dio a entender el cura Luciano, “oficialmente no hay nada”). Parece ser que de esos años, 1936 – 1939, nada quedó archivado.      
           
A la dificultad de encontrar a alguien que nos diera un testimonio fiable, con algún dato concreto, añadiremos que poblaciones como Vea, Fuentebella, Acrijos.... todas ellas cercanas a San Pedro Manrique quedaron abandonadas y sin vecinos en las décadas de los 50-60, por lo que los vecinos se diseminaron por otras geografías. El temor era que se hubiese perdido la memoria colectiva de estas poblaciones, a las que incluso hoy en día el acceso es complicado - nos aseguran que en  algunos de estos lugares, tienen difícil acceso y que apenas quedan las casas derruidas -.




Primer contacto con Fuentebella.      
Valentín, siempre que tiene la ocasión de conocer a alguien de estas zonas, procura hablarles de lo ocurrido con su padre, intentando siempre recavar alguna información.
 
En octubre de 2005, Valentín conoce en Fitero a una persona nacida en Fuentebella, en la actualidad vive en Tudela. Valentín le comentó la historia de su padre y los rumores a cerca de ella en Fuentebella, por si alguna vez escuchó algo. Él, atendió a las explicaciones con especial interés, quedando en informarnos si tuviera noticias. 
 
El contacto, que ha descubierto, es esencial y la búsqueda comienza a concretarse. Nos confirma que estos hechos ocurrieron finalmente en Fuentebella. Esto nos anima mucho a centrar nuestra búsqueda.
         
*En Noviembre de 2005 nos entrevistamos en Beire. Él dice que, cuando él era chaval, “una vez, en el campo, cerca de donde trabajaba, un pastor le preguntó si había enterrado algo, y su padre dijo que no. Pero, más tarde, recordando cuenta que en aquél “cantarralico”, entre dos barrancos, había “como tierra removida” y unas piedras puestas”; nos dice que su padre nunca le dijo nada sobre ese lugar ni sobre esta historia, esto le resultaba extraño dadas las horas que pasaron juntos trabajando en esos campos, pero cree recordar que en tiempos, alguien colocaba una cruz con dos madericas.

Es familia de pastores, de muy joven  se dedicó a la trabajar por esos campos, por lo que es buen conocedor de los montes y campos de la zona, nos miró y preguntó: “¿Pero estáis dispuestos a bajar? y sacando del bolsillo una hoja, nos mostró un plano dibujado a mano, del lugar de donde pudiera estar. Si queréis bajar, yo bajo y os muestro el sitio”, hay que bajar por una “ladera muy mala” y mirando a mi padre le dijo, “tú Valentín no podrás bajar”.
   
Hay que ir de Sarnago en coche por una pista hasta un corta fuegos y después bajar andando por una ladera como hora y media hasta encontrar los barrancos de Pertigoso y Muscares y entre estos dos barrancos sitúa el lugar. 
 
No ha estado en el lugar desde hace cerca de 40 años, pero dada su situación, entre dos pequeños barrancos, es probable que el terreno permanezca igual.
     
Nos insistió en bajar pronto,
“antes de que empiecen las nieves”, y en eso quedamos.
           
                                                                         Croquis de la zona donde sucedieron los asesinatos.